Teoría del tacto de Fernanda García Lao




En agosto nos vemos de Gabriel García Márquez | Reseña y lectura de fragmentos ︎

En Teoría del tacto (Candaya, 2023), Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) presenta veintinueve cuentos en apenas ciento veintiún páginas. El primero, que da título al libro, es el más breve:

“Ver es cálculo. El sonido, sugestión. Las palabras están crudas. Si las pruebo, ¿me enveneno?”

Ver es cálculo. Es ir al mundo. Es un acto de voluntad.

El sonido es sugestión. Es una reacción. Es recibir. Es percepción.

Y entre medias están las palabras que para el narrador protagonista están crudas, pero no crudas como manzanas o zanahorias, o cerezas; sino crudas como la carne, las zetas venenosas o frutos silvestres, porque ante ellas aparece el miedo, el reparo, la curiosidad, el peligro. Esas palabras no están pasteurizadas, no han pasado los protocolos de sanidad. Esas palabras podrían contener toxinas mortales. Pero, ¿y si no?

Si las pruebo, nos dice el narrador, que siente curiosidad por esas palabras crudas que están entre el epilogismo y la seducción, ¿me enveneno?, ¿enfermaré? ¿moriré? ¿recordaré?

Así nos enfrentamos a otros veintiocho cuentos de diferente factura, en los que la muerte, la enfermedad, el recuerdo, la soledad, la familia y la maternidad son los grandes temas.

Algunos son brevísimos y elípticos, como por ejemplo, Caza y pesca, en el que el protagonista intenta pezcar la cena utilizando el deseo y la decepción como alicientes para conseguirlo.

Otros son breves, contenidos y delirantes. Nopor Trascendental nos presenta a una actriz y a un actor porno que pactan un encuentro en vivo que promete reventar las redes. O No atender, un cuento que me recordó Llamada telefónica de Dorothy Parker, en el que la protagonista espera una llamada que no llega.

En el caso del cuento de Parker, la acción es mental y la narradora dialoga con Dios y consigo misma mientras espera una llamada; en el caso del cuento de García Lao, la narradora se desplaza, conecta y desconecta la línea telefónica, no contesta, conspira contra sí misma, en un ejercicio de movimiento físico y contención emocional.

El cuento más largo es el último, como si ya acostumbrados a las palabras crudas, Fernanda decidiera ponerlas al fuego en Mis dos hemisferios. Un relato de viaje y crecimiento entre Argentina y España, en el que la muerte del padre es un hechoque desestabiliza a la protagonista, así como en La gracia del mundo, el segundo cuento del libro.

Si en La gracia del mundo el elemento fantasmático es un libro, capaz de matar si es leído; en Mis dos hemisferios ese elemento es un pianito guardado en un armario en Buenos Aires.

Teoría del Tacto fue publicada el octubre pasado en una bella edición de Candaya, con la foto de Yasuzo Nojima, en su colección Narrativa, al servicio del estilo de García Lao, que me recordó por momentos a los cuentos de Otessa Moshfegh, por el humor, las imágenes grotescas y la estética de lo desagradable; a Katya Adaui, por la sintaxis elíptica, las oraciones sin verbo, el uso del estilo directo libre y la brevedad; y a la escritora mexicana Guadalupe Nettel, por las tramas y los personajes.

Nettel, en su cuento Los divagantes, utiliza a los albatros para representar la peripecia de la protagonista, que también sufre la repentina muerte de su padre como en Dos Hemisferios.

En el cuento de Nettel, las aves dibujan el destino de idas y venidas, la migración y la desubicación consecuente quedan figuradas por el albatros perdido, el que ya no encuentra al grupo.

García Lao también usa un ave en su cuento Gaviota en mi lugar, pero el efecto es distinto. En este caso la protagonista está embarazada y una gaviota invade su territorio, picotea las sábanas tendidas, impregna todas las cosas de su olor y el del guano pestilente, y refleja la situación de la mujer, que solo es libre cuando no hay nadie en el islote y puede pasear en bicicleta. Cuando la gaviota decide invadir el último refugio del personaje, poniendo allí su nido, el cuento se torna desconcertante y sórdido.  
 
Teoría del tacto es un libro de cuentos sugerente, cotidiano, enrarecido por el humor de su autora y embellecido por su estilo preciso lleno de comparaciones (“Tan huérfana que casi resbala de felicidad”) y silencios (“Hay que correr para subirse o atajar los golpes. Saber caer.”).︎