Mihai

Hace unos meses recibí un mensaje por WhatsApp. Un personaje anónimo amenazaba con denunciarme por un incidente remoto, una estafa, por lo visto llevada a cabo por mi persona, a mediados del dos mil once. Spam, pensé yo. Algo, sin embargo, me hizo fantasear con un error en el calibre del mensaje o quizás, siempre la literatura por delante, una oportunidad: Mihai, me decía, vas a pagar todas mis facturas, fill de puta.
El miércoles por la mañana decidí abrir una caja de madera donde guardo viejos diarios y todas las notas que Susana me ha ido dejando en la puerta de la nevera durante los últimos diez años. El hecho es que husmeando debajo de unas rupias indias y de unos soles peruanos atesorados en dicha caja encontré un carné que me dejó atónito: una identificación falsa de Endesa (empresa eléctrica en la que nunca trabajé) con mi foto y un nombre inverosímil: Mihai Agustín Tomut.
Inmediatamente recordé el mensaje de WhatsApp, pero no solo eso. Recordé también el carácter delictivo de ese trabajo en el que estuve un mes y poco. Tenía que tocar puertas y ofrecer un cambio en la factura de luz y gas, aludiendo una mejora en la tarifa. Un timo inescrupuloso porque no solo encarecíamos la tarifa sino que urdíamos el argumento en base a desinformación. Recordé también cómo ese nombre falso me dio un poder, una máscara con la que pude ganar unas pocas comisiones, habitando el lado oscuro de la despersonificación, y recordé también al hombre del mensaje anónimo, alto, delicado, a quien le cambié no una sino dos tarifas, la de su casa y la de su oficina, que incluso me invitó un té verde y galletitas mientras él mismo rellenaba los formularios. Recordé, finalmente, las mil veces que me llamó, amenazándome con devolverme a mi país, que él consideraba Marruecos (triste prejuicio). Te voy a joder, Miai, decía, enmudeciendo la hache de mi nombre ficticio, y yo, que entonces ya no tenía sentimientos, lo atizaba diciéndole con un dejo falso: no se coma la hache, caballero, mi nombre se pronuncia Mijai.
El miércoles por la mañana decidí abrir una caja de madera donde guardo viejos diarios y todas las notas que Susana me ha ido dejando en la puerta de la nevera durante los últimos diez años. El hecho es que husmeando debajo de unas rupias indias y de unos soles peruanos atesorados en dicha caja encontré un carné que me dejó atónito: una identificación falsa de Endesa (empresa eléctrica en la que nunca trabajé) con mi foto y un nombre inverosímil: Mihai Agustín Tomut.
Inmediatamente recordé el mensaje de WhatsApp, pero no solo eso. Recordé también el carácter delictivo de ese trabajo en el que estuve un mes y poco. Tenía que tocar puertas y ofrecer un cambio en la factura de luz y gas, aludiendo una mejora en la tarifa. Un timo inescrupuloso porque no solo encarecíamos la tarifa sino que urdíamos el argumento en base a desinformación. Recordé también cómo ese nombre falso me dio un poder, una máscara con la que pude ganar unas pocas comisiones, habitando el lado oscuro de la despersonificación, y recordé también al hombre del mensaje anónimo, alto, delicado, a quien le cambié no una sino dos tarifas, la de su casa y la de su oficina, que incluso me invitó un té verde y galletitas mientras él mismo rellenaba los formularios. Recordé, finalmente, las mil veces que me llamó, amenazándome con devolverme a mi país, que él consideraba Marruecos (triste prejuicio). Te voy a joder, Miai, decía, enmudeciendo la hache de mi nombre ficticio, y yo, que entonces ya no tenía sentimientos, lo atizaba diciéndole con un dejo falso: no se coma la hache, caballero, mi nombre se pronuncia Mijai.
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Lo escrito
Estoy de acuerdo con lo que decía Carmen Martín Gaite sobre la escritura: es un sucedáneo de la conversación. De modo que todo lo que no puedo decir cuando converso es lo que escribo.
Aquí está mi obra publicada y no publicada: reseñas, lecturas, relatos y también un espacio que se irá llenando de los textos de otros. Una larga conversación entre voces escritas.
El autor
Enrique Carro
Lima, 1985Después de estudiar Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 2010 se mudó a Barcelona y trabajó durante diez años como camarero de bares y restaurantes. Autopublicó su primera novela, ¿Dónde estás? (Universo de Letras, 2018).
En 2019, empezó sus estudios en l’Escola d’escriptura de l’Ateneu Barcelonés. Al terminar, dejó la hostelería para consolidarse como profesor de escritura en distintos centros cívicos y ateneos.
En 2019, empezó sus estudios en l’Escola d’escriptura de l’Ateneu Barcelonés. Al terminar, dejó la hostelería para consolidarse como profesor de escritura en distintos centros cívicos y ateneos.
También enseña lectoescritura e informática y cómo usar un smartphone sin morir en el intento para jubilados.
En 2022, publicó su primer libro de relatos, Cabalgar un unicornio azul en la playa (Talón de Aquiles).
Desde febrero de 2023, comparte sus lecturas literarias en el canal de YouTube: Enrique Carro | Lector.
En 2022, publicó su primer libro de relatos, Cabalgar un unicornio azul en la playa (Talón de Aquiles).
Desde febrero de 2023, comparte sus lecturas literarias en el canal de YouTube: Enrique Carro | Lector.
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