La receta es la minuciosidad



«Solo hay una receta: preocuparse muchísimo por la cocina.»
Henry James

A los veinte años me fui a vivir solo y me di cuenta de que no sabía cocinar.
        No soy un gran cocinero, pero he mejorado con los años. Supongo que trabajar en la hostelería ha tenido algo que ver, sobre todo porque, como camarero, siempre me ha gustado ver lo que hacen los cocineros, preguntarles por qué esto y aquello. Luego venía a mi casa y los imitaba.
        Y de tanto imitarlos, los macarrones con mantequilla se convirtieron en un tataki de salmón.
        Nunca me sentí poseído por la musa de Paul Bocuse, pero la cosa ha ganado fuelle.
        La escritura, siempre mitificada y elevada a la estratósfera del parnaso, no es muy diferente a la cocina. La diferencia sustancial es que los ingredientes son las palabras. Pero se aprende de la misma forma: mirar, preguntar, imitar y meter la pata hasta el fondo (ese fondo es el consomé de tus historias).
        Es un viaje largo lleno de pan quemado y paellas de arroz crudo, pero un día tendrás un huevo frito con la yema intacta y brillante y, créeme, querrás ir por una tortilla de patata y así sucesivamente.
        Lo importante es que te fijes bien en cómo son las cosas y luego intentes imitarlas con palabras. Y cuando leas te preguntes, ¿le falta sal? ¿me pasé de agua? ¿por qué no se infla?
        Y así con todo.

*Esta frase de Henry James es el epígrafe de «Fundamentos de la ficción» de James Wood