La autocensura



Escribir a veces produce miedo por lo que puede ocasionar.
       Seguro te ha pasado que quieres escribir una historia porque la encuentras muy interesante y porque sientes el impulso de hacerlo, y de golpe te frenas porque empiezas a pensar en las personas implicadas, en las consecuencias y los malentendidos que puede traer.
        Ni siquiera has empezado a escribir y ya das por hecho de que no es una buena idea.
        La autocensura es constante cuando escribimos.
        En gran medida, el oficio de escribir consiste en generar herramientas para burlarla.

  • La primera herramienta para evadir la censura es convertirte en un narrador. Yo dejo de ser Enrique y me convierto en una entidad, un personaje, una cámara. El reto es no volver a ser Enrique en ningún momento (cuando corrijo, muchas veces, elimino numerosas intervenciones de Enrique).
  • La segunda herramienta es la construcción de personajes. Tómate un tiempo para pensar en tus personajes y su función. Si tu mamá es un personaje, su función en la historia no es la misma que su función en la vida, si la usas como un instrumento narrativo, verás que tu mamá, poco a poco, se va convirtiendo en un personaje verosímil, con claros y oscuros, pero que ya no es ella y por lo tanto puede hacer todo lo que tu narrador quiere que ella haga.
  • Por último, piensa en qué quieres contar. Me refiero a las emociones que quieres transmitir, el grito de auxilio que quieres que tu historia dé. Bien, concéntrate en ser coherente con eso, arma una estrategia para hacerlo.

        Muchas veces nos preocupamos demasiado en seguir, rigurosos, la realidad y nuestra historia pierde coherencia.
        Parece más un chisme que un relato, y aunque no lo creas eso es la censura.
        La censura es miedo y el miedo se enfrenta con oficio.
        Respira, abre la libreta o el Word, y piensa: ¿Quién va a contar mi historia?