José María Arguedas


«Yo decidí escribir por las grosedades que en los libros se habían escrito antes de que me decidiera o me diera cuenta de que podía escribir. La población andina estaba completamente mal interpretada».
        Arguedas pasó su infancia en una aldea de quinientos indios. Aprendió el quechua como lengua materna, en casa de su madrastra y hermanastros. Fue víctima de acoso y violencia: «Yo soy hechura de mi madrastra», decía, ya que ella, como castigo, lo mandaba a comer con los indios y lo trataba como uno de ellos. Un indio de ojos claros, más blanco incluso que sus opresores. Más señor que ellos. «Nunca le podré agradecer suficientemente (...) ese castigo, pues fue en esa cocina donde conocí a los indios, donde empecé a amarlos».
        Esa experiencia parece clarificadora cuando uno lee a José María Arguedas, ¿de dónde proviene esa fuerza, esa emoción quemante de sus relatos?, ¿proviene de la sintaxis que mezcla quechua y castellano?, ¿proviene de su conocimiento auténtico de la cosmovisión andina? Sin duda, parece provenir del conflicto personal, de su identidad contradicha: «Tenía una situación muy especial porque, por mi apellido, por mi situación social, era un señor; pero por mi ocupación, por la clase de gente con la cual vivía, era indio».
        Su obra, con claros visos antropológicos, es sin embargo literaria, porque es íntima. Lo demuestran los símbolos que utiliza, pero sobre todo su estilo, que mezcla siempre el castellano con el quechua, registro de su propio laberinto identitario.
        Al respecto Arguedas nos dice: «El problema más agudo que tuve fue el de cómo describir este mundo que yo había aprendido en quechua, describirlo en castellano. El castellano realmente me parecía una lengua muy extranjera. Hice unas adaptaciones del quechua al castellano, no muy exprofeso, bastante intuitivas, y los primeros libros están escritos en una especie de jerga, que para el buen lector -el lector con mucha sensibilidad- es una jerga artística. Pero para el que no la tiene, sencillamente es una cosa que no entiende bien».