En la Tierra somos fugazmente grandiosos



Leí «En la Tierra somos fugazmente grandiosos», del escritor estadounidense de origen vietnamita Ocean Vuong, en plena pandemia.
       Lo compré en mi librería favorita de Barcelona: On the Road.
        Fue en la campaña del día de la madre, en mayo. Me encantó el título y lo cogí.
        Luego descubrí que el libro era una carta de un chico estadounidense de origen vietnamita (guiño autorreferencial) que le está escribiendo a su madre.            
        Una carta que nunca será enviada.
        El protagonista nos narra su vida, el origen de su madre y el suyo, es un viaje al pasado lleno de imágenes evocativas y de amargas confesiones, como las de toda persona que intenta explicarse, comprenderse, hallar su composición.
        Si es que eso es posible, claro.
        Él lo intenta con valentía, nos presenta su homosexualidad, su naturaleza fragmentada, entiende que su existencia es producto del amor y de la guerra.
        Nos habla de mariposas monarca. Hace collage. Es un poeta. 
        Pero, al fin de cuentas, para qué escribe un hijo una carta a su madre sino para decirle que la quiere, que ese amor extraño, a veces invisible, que ella le da, es lo que él necesita.

        «No estábamos remando, sino a la deriva. Estábamos aferrándonos a una madre del tamaño de una balsa hasta que la madre que teníamos debajo se puso rígida con el sueño. Y al poco callamos y la balsa nos llevó a los tres por el gran río color castaño Norteamérica, felices al fin».