Que el fuego hable | Taller Intensivo de Narrativa 2025


EL COLOR DEL FUEGO

Clara Benedito





Querido hermano:

Imagino que te estarás preguntando por dónde ando. Ya sé que desaparecí sin avisar, pero la situación se había tornado imposible para mí. No trato de justificarme, solo quiero que comprendas que con un futuro a golpes, lo único que me quedaba era huir o morir. No dispongo de mucho dinero, así que esta misiva tiene un objetivo y es que me ayudes económicamente para volver a empezar. He escogido no tener móvil para que no se me pueda localizar. Tampoco he querido enviarte un email, aunque su inmediatez hubiera sido más efectiva, me da miedo que lo puedan rastrear. Ya habrás visto, por el matasellos, que me he ido al culo del mundo. Confío en tu discreción.
        Cuando decidí marcharme a otro país tampoco tuve mucho tiempo para reflexionar a dónde ir. Mi prioridad era que fuese un lugar remoto, que no hiciera frío, que nadie dedujese que me había ido allí, que fuera barato vivir y que el billete de avión no fuese demasiado caro. Y aquí estoy, en una tierra inhóspita. Aunque son cristianos, los etíopes son de costumbres extrañas para mí. Preferí que el país no fuese musulmán para tenerlo más fácil. Mi idea es montar una pequeña casa de huéspedes para extranjeros, de ahí mi petición de dinero.
        Con lo de buscar un lugar de calor me he pasado. Aquí el sol quema como si fuera fuego y reseca la tierra ocre del desierto hasta que no deja rastro de vida. Este primer mes he estado visitando las zonas más turísticas para decidir dónde establecerme. Visité el Erta Ale, un volcán en erupción donde el caparazón negro de lava escupía fuego rojo de las tripas. Es una experiencia hipnótica. Casi me cuesta una intoxicación por los gases. Tengo claro que ahí no me voy a establecer. El campamento base desde donde caminas volcán arriba son cuatro tiendas en un desierto de montañas. Está custodiado permanentemente por militares, ya que hay asaltantes armados. Cuando no hay nada que perder, la vida no tiene valor. Allí tus deportivas te pueden costar un tiro en el corazón.
        Tras esa experiencia decidí ir a las minas de sal en el desierto de Danakil. No sé por qué pensaba que sería como lo que ya conocía, charcas de agua salada secándose al sol. Nada que ver. Esto es el infierno blanco. Allá donde miras hay sal, el horizonte es llano y da igual donde pises que el suelo son cristales de sal. Rocas de formas agudas y geometría imposible. En las minas, los esclavos forman bloques de sal a golpe de cincel. Sí, he dicho esclavos, porque puede que les paguen unas monedas, pero solo alguien sometido y sin capacidad de decidir haría ese trabajo. En cuclillas, sobre el desierto infinito, de sol a sol, picando hasta la extenuación, cegados literalmente por el fuego blanco. Porque no es una figura retórica, que se quedan ciegos es real. No tienen gafas con que protegerse. La piel curtida, con las arrugas repujadas alrededor de los ojos. Ancianos de tan solo veinte años. La vida tampoco vale nada ahí.
        Finalmente visité Lalibela, es aquí donde me encuentro ahora. Por fin he escapado del desierto. En este lugar hay agua y el fuego del sol lo convierte todo en verde. Las montañas esconden en sus cuevas diminutas iglesias centenarias. Extraños lugares de quietud. Son casi impracticables, aunque te sorprenderá saber que para llegar a ellas, los sacerdotes escalan con maestría la montaña a diario. Las madres de este lugar cargan con sus recién nacidos a la espalda para que reciban el bautismo lo más cerca posible del cielo. Creo que este va a ser mi destino.               Tras la reciente guerra este es un lugar de paz. La gente sonríe, sus rostros oscuros son de una belleza pura y canónica, sin artificios. Te abren sus casas de corazón. Creo que aquí podría alcanzar algo cercano a la felicidad. Con muy poco puedo conseguir un medio de vida y estar en paz.
Sé el sacrificio que supone para ti y tu familia que te pida dinero. Haz lo que puedas. Intentaré devolvértelo todo. Solo dame tiempo para construirme un futuro aquí. Insisto, no le digas a nadie dónde estoy. Con los años, quizás podamos volvernos a ver. No pierdo la esperanza.
Si te preguntas dónde responderme hazlo en la dirección del remitente. Ahí viven unos buenos amigos que me han acogido como si fuese familia. Siento haberme extendido tanto, quería que conocieras el lugar que he escogido para mi nueva vida. Te quiere,

Tu hermanita



Lo escrito


Estoy de acuerdo con lo que decía Carmen Martín Gaite sobre la escritura: es un sucedáneo de la conversación. De modo que todo lo que no puedo decir cuando converso es lo que escribo.

Aquí está mi obra publicada y no publicada: reseñas, lecturas, relatos y también un espacio que se irá llenando de los textos de otros. Una larga conversación entre voces escritas. 





El autor


Enrique Carro

Lima, 1985


Después de estudiar Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 2010 se mudó a Barcelona y trabajó durante diez años como camarero de bares y restaurantes. Autopublicó su primera novela, ¿Dónde estás? (Universo de Letras, 2018). 

En 2019, empezó sus estudios en l’Escola d’escriptura de l’Ateneu Barcelonés. Al terminar, dejó la hostelería para consolidarse como profesor de escritura en distintos centros cívicos y ateneos. 
También enseña lectoescritura e informática y cómo usar un smartphone sin morir en el intento para jubilados.

En 2022, publicó su primer libro de relatos, Cabalgar un unicornio azul en la playa (Talón de Aquiles). 

Desde febrero de 2023, comparte sus lecturas literarias en el canal de YouTube: Enrique Carro | Lector.





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