El árbol, la infancia y el cuento: Nettel, Ribeyro y Matute



Los eucaliptos de Julio Ramón Ribeyro y Un bosque bajo la tierra de Guadalupe Nettel ︎

Hay un cuento en Los divagantes(Anagrama, 2023) de la escritora mexicana Guadalupe Nettel, que se llama «Un bosque bajo la tierra» y que es el que más interés me suscitó cuando leí el libro. Este cuento me evocó otros dos cuentos en los que el protagonista o el reflejo del protagonista era un árbol. Me refiero a «El árbol de oro» de la escritora española Ana María Matute y «Los eucaliptos» del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro.

En el relato de Guadalupe, la narradora cuenta la historia de la enorme araucaria que había en el jardín de la casa familiar y el árbol, como los eucaliptos del cuento de Ribeyro y el árbol de oro del cuento de Matute, no se sabe bien desde cuándo está allí, porque ya en las fotos de los bisabuelos aparecía.



Entonces el árbol tiene un efecto inicial de misterio y de poder, un poder que solo la longevidad provee a los seres de la naturaleza. Los eucaliptos del cuento de Ribeyro habían sobrevivido la guerra con Chile, pero nadie sabía a ciencia cierta cuándo se plantaron. El árbol de oro de Matute pertenece al mundo interior del niño que tiene la llave de la caseta, solo él puede verlo por un agujero, y esa zozobra en la que mantiene al narrador, que no puede acceder a la caseta ni mirar por el agujero aquel árbol dorado, es el hilo tenso que recorre el relato.

En los tres cuentos el árbol es el guardián de la infancia. La narradora recuerda su niñez bajo la protección de la araucaria, solo en sus ramas ella se siente segura; los eucaliptos, en el cuento de Ribeyro, también son los vigías del barrio de la infancia del narrador. Sin embargo, en la fantasía del narrador del cuento de Matute, el árbol de oro es el protector de la infancia de una forma distinta. El deseo de llegar a ver alguna vez aquel árbol de oro es lo que protege la infancia, lo que hace que la infancia perdure.



En ese sentido, en los tres cuentos, la desaparición del árbol es el final de la infancia. La araucaria, enferma por un hongo, va muriendo al tiempo en que la narradora se va convirtiendo en un adulto. Los eucaliptos son talados de una forma traumática y el paisaje ajado del barrio ahora les pertenece a otros niños, sin memoria de esos árboles legendarios. Y cuando en el cuento de Matute, el narrador accede a la caseta y ve por fin por la mirilla, descubre que el árbol de oro era una invención de su compañero.

En los tres cuentos, sin embargo, el árbol resiste la desaparición debajo de la tierra de la historia, en la memoria de los narradores. La protagonista del cuento de Nettel se convierte en la araucaria y no puede marcharse de la casa familiar; los niños nuevos del barrio sin eucaliptos no pueden entender por qué el narrador se fuma un cigarro perdiendo la vista en ese trozo de cielo, en esa ausencia quemante; y en El árbol de oro, pasados los años, el narrador vuelve al pueblo de la infancia, pasea al atardecer y se topa con un árbol al que la ironía de la naturaleza le otorga un color dorado que lo hace sonreír y mirar atrás.︎