E.T.A Hoffmann


En «Atalaya del primo», E.T.A. Hoffmann expone algunas ideas sobre su teoría literaria. En realidad, se trata de un relato entre un muchacho que va a visitar a su primo, un viejo y enfermo escritor que vive en un piso pequeño, en lo alto de un edificio, cuya ventana da a la concurrida plaza del mercado. El muchacho se asoma por la ventana y ve una masa densa de gente: «un gran macizo de tulipanes balanceándose a uno y otro lado movido por el viento».
        El escritor le dice que el talento literario requiere de «un ojo que sepa mirar». En ese populacho hay mucho más que un conjunto de manchas. Hay una serie de detalles, de personajes, de historias, de semillas para la ficción.
        Hoffmann sugiere que el arte de mirar es el arte de focalizar la mirada: «¿Ves bien a la persona de vestido extraño con una gran cesta en la mano(…) ocupada en una profunda conversación con un brucero(…)?». El joven aprendiz la ubica y descubre que lleva un turbante amarillo y que es francesa; «una rezagada de la última guerra», dice. La mujer deja al brucero y se adentra en la multitud. El primo indica la condición básica de la focalización: «intenta seguir su marcha por los diferentes recodos sin perderla de vista».
        El disfrute que provoca mirar es consecuencia de la focalización en algún detalle: «fijar la mirada produce una visión nítida». La visión nítida nos permite, parece decirnos Hoffmann a través del primo, entrar en la vida de esas gentes anónimas, individualizarlas. Así surge la caracterización: «el ama de casa rabiosa» que se abre paso a codazos; y surge el claroscuro del personaje: «Dios no la ha dotado de belleza ni gracia, (…)», pero es estimada por todos porque es «casera y económica».
        La mirada no miente, ensaya un mundo posible a partir de los detalles.
        La mirada es la verdad, por eso el joven aprendiz se sorprende: «De todo lo que tú entresacas de ahí, querido primo, puede que no sea cierta ni una palabra, pero al mirar a las mujeres me parece todo tan plausible gracias a tu viva representación que he de creer en ello, quiera o no».