Dos amores: Sara Mesa e Isabel Coixet



La experiencia de leer Un amor de Sara Mesa y ver Un amor de Isabel Coixet ︎

Leí un amor de Sara Mesa (Anagrama, 2020) y acompañé a Nat en todo su periplo en el pueblo áspero de la Escapa. Sus desencuentros con el casero, su relación tirante con el perro que el casero le regala, su relación con el cantamañanas de Peter y con los demás personajes de ese pueblo a las faldas del imponente Glauco, y finalmente ese tórrido romance tóxico con el Alemán. Desde la proposición indecente de aquel personaje misterioso hasta que el sexo deja de llevar a Nat a las alturas del Glauco, la novela se te pone en la garganta y es casi imposible dejarla, incluso, aunque el frío siberiano de la toxicidad pasa las páginas, los párrafos calientan como una estufa.
Luego todo se cae y se complica y Nat casi enloquece, y aún en esos momentos el narrador externo sigue dentro de su cabeza, jamás la suelta, jamás abandona a Nat. Por eso, hasta el final solo vemos lo que Nat ve y la forma, la belleza de Nat, la componemos con sus fuerzas contradichas, mezcla de contención y deseo salvaje.
Otra cosa es la película de Isabel Coixet, en la que el narrador no puede y no debe entrar en la cabeza de Nat, solo la vigila desde fuera y los monstruos de Nat se materializan en interpretaciones descomunales como las de Hovik Keuchkerian (El Alemán), Hugo Silva (Peter) o Ingrid García Johsson (la vecina pija neurótica repelente). Nat, que en el libro de Mesa tiene los ojos que nosotros queremos que tenga, en la película de Isabel Coixet tiene los ojos de Laia Costa, cuya interpretación nos muestra las consecuencias físicas de esas fuerzas contradichas que construyen a Nat en la novela, y por eso vemos a una mujer contenida, temerosa, frágil, que finalmente se impone y se libera bailando en lo alto de la terrible montaña, sola.︎