Anton Chéjov


Uno de los grandes mitos del oficio de escribir y del arte en general es que el escritor debe estar triste para sacar lo mejor de sí. Falso. Chejov afirmaba que cuando escribía estaba siempre de buen humor. Por más dura que sea la práctica de la escritura, incluso la más oscura de las escenas proviene del placer. Construir el dolor es a su vez un estado de gracia. «Cuanto más alegre es mi vida, más sombríos son los relatos que escribo», decía Chejov.
        Una de las grandes revelaciones cuando uno empieza a escribir es el contraste entre la vida y la historia. Una es caos, la otra orden. Una es ingobernable, la otra se mueve bajo la dictadura del autor. Asimismo, «es difícil unir las ganas de vivir con las de escribir». Chejov nos dice que no debemos escribir cansados. La escritura es un ejercicio físico y mental que requiere de frescura, resistencia y audacia. Movimientos finos, concisos, enérgicos, eso es necesario para escribir. Hay que tener una razón, por supuesto, algo que mover. «Escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir». Pero no basta con tener ganas, es necesario el oficio para curar la herida.